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lunes, 3 de noviembre de 2014

Diálogo entre Paula y Soledad

Hola chicas y chicos:

Aquí os dejo un ejemplo del diálogo que hemos hecho esta mañana en clase, en el cual se utilizan algunos superlativos. Espero que os sirva de ayuda. 


Paula: Hola Soledad. Tengo que contarte una cosa. Tengo un problema…
Soledad: ¿Qué te pasa?
Paula: En mi trabajo hay un chico guapísimo que me gusta mucho.
Soledad: Pero, eso no es un problema. Eso está genial. Dime cómo es ese chico.
Paula: Es un compañero nuevo de trabajo que se llama Miguel. Es un chico deportista, muy atractivo, altísimo… Vamos, que ¡me encanta!.
Soledad: Si tanto te gusta, ¿por qué no sales con él?. A mi me parece que es perfecto para ti.
Paula: Ahí está el problema… Miguel y yo habíamos quedado para salir juntos el próximo sábado, y yo estaba entusiasmadísima con la cita. Sin embargo, me he enterado de que Carmen (la jefa de secretarias) me lo ha robado. ¡Y ya llevan saliendo juntos cinco días!.
Soledad: ¡Odio a Carmen! Me parece antipatiquísima. Y Miguel, ¿no te ha dicho nada?
Paula: No, tan sólo ha anulado nuestra cita y ahora ya ni me mira en la oficina.
Soledad: Pobrecita… Lo siento mucho. Yo también estoy fatal con mi novio. Cada día es más aburrido. Además, cada vez es menos atento conmigo. Ya no sé que hacer para que cambie de actitud.
Paula: Sí, bueno, tus problemas ahora mismo me parecen una tontería… Tú por lo menos tienes novio, pero ¿y yo?. Ya no quiero ir a la oficina porque no quiero ver a Miguel y a Carmen juntos. ¡Estoy deprimidísima!. Me ha roto el corazón…
Soledad: Bueno, ya aparecerá otro chico, ¿no?
Paula: ¡Pero es que yo no quiero a otro chico!, yo quiero a Miguel. Estaba enamoradísima de él. Era el hombre de mis sueños.



domingo, 2 de noviembre de 2014

Don Quijote de La Mancha

¿Quién era Don Quijote de la Mancha, ese personaje de la novela de Miguel de Cervantes, también llamado “el Caballero de la triste figura”?. 

Don Quijote era un hombre de unos 50 años que se llamaba Alonso Quijano. Vivía en la Mancha y era un gran apasionado de los libros de caballeros. Un día, por  culpa de comer tan poco, de dormir tan poco y de tanto leer, se volvió un poco loco y decidió convertirse en caballero andante. Así fue como se cambió el nombre a Don Quijote de la Mancha, se enfundó unas armaduras de su bisabuelo y se fue a buscar su caballo. Tenía un caballo viejo, huesudo, y se pasó 3 días poniéndole y quitándole nombres hasta que, por fin, decidió llamarle Rocinante.  

No solo le bastaban un caballo y una armadura, también necesitaba una princesa a la que amar con locura. El problema era que en La Mancha no había princesas... Sin embargo, recordó que cuando era joven se había enamorado de una chica llamada Aldonza Lorenzo. Aldonza Lorenzo era una campesina que venía del Toboso y que no era muy guapa. Tenía un bigotillo por encima del labio, unos brazos gruesos, un pelo recio como pajas de escoba y unas manos grandes como rastrillos. Como Don Quijote estaba un poco loco, se la imaginó como una princesa hermosa y le puso de nombre Dulcinea del Toboso. Para él, Dulcinea tenía la piel blanca como la nieve, las mejillas rosadas como los claveles, los cabellos dorados como el sol y las manos delicadas y hermosas. Y en vez de ser una campesina, se la imaginaba cosiendo con hilo de oro y cantando canciones al son de un arpa. 

Además, Don Quijote decidió que necesitaba un escudero, como todos los caballeros importantes, y fue en busca de uno. Encontró a un vecino del pueblo llamado Sancho Panza, un hombre menudo, barrigón y bajito. Sancho no había ido a la escuela ni sabía leer ni escribir, pero le gustaba mucho recitar refranes populares. Don Quijote le convenció diciéndole que si lo ayudaba a conquistar un reino, iban a ser tan ricos que iba a poder vestir a sus hijos como príncipes. Sancho, sin pensarlo dos veces, le dijo que sí. Así fue como comenzaron las aventuras y desventuras del Caballero de la triste figura, Don Quijote de la Mancha, y su fiel escudero Sancho Panza.



Aquí os pongo un enlace de un pequeño vídeo en el que se representa el famoso capítulo de Don Quijote con lo que él cree que son gigantes (y que, en realidad, son tan sólo unos molinos de viento).

Don Quijote y los gigantes